lunes, 28 de abril de 2008

La invasión de las Psico-gatas (versión original)

Pues resulta que el último 1 de marzo de 2008 la asociación Marmotfish Studio organizó un concurso de relatos. Propusieron una imagen (un dibujo) y los concursantes debían inventarse una historia basándose en ella. Aquí la imagen en la que se tenía que basar el relato. El caso es que escribí esta historia, "La invasión de las Psico-Gatas", pero no tuve en cuenta el límite de palabras: 500. ¡Mi relato tenía casi el doble! Así que para presentarlo tuve que reducirlo drásticamente y perdió gran parte del, ejem, "encanto" (al menos el que yo, como autor poco modesto, le encontraba).
No gané, el ganador lo podéis encontrar
aquí.

Bueno, aquí tenéis el relato original, de casi 1000 palabras. Para mi gusto, mucho mejor que la versión acortada. Espero que lo disfrutéis.


La invasión de las Psico-Gatas

A veces, cuando te pasas toda una noche sin dormir, una gran cantidad de adrenalina te recorre el cuerpo durante todo el día siguiente, para impedir que te quedes dormido.

Mientras que mi cabeza y mis párpados caían pesadamente, mis piernas estaban planteándose cobrar a mi cerebro las horas de trabajo extra.

-¿Quieres postre, café, infusión…?

Los platos dulces tras el cristal me recordaban lo fondón que me estaba poniendo, y debido a mi peculiar estado no me apetecía ninguna bebida excitante o tranquilizante, pero como venía incluido en el precio al final me decidí por una manzanilla.

Mientras comía, la pesada de Lola, que se había sentado a mi lado, me dijo que dejase de una vez mi baile de San Vito, que le ponía nerviosa.

-Pérez, el jefe te espera en su despacho.

Ingería la manzanilla (qué color tan raro) y me presenté rápidamente.

-Pérez, sobre los documentos que me envió por e-mail esta mañan… ¿no se sienta?

-Estoy mejor de pie.

-Bueno, lo que le decía es que no está enfocando los informes como debiera. El punto siete lo tiene excesivamente segmentado, y el 8 es demasiado extenso y el contenido no tiene nada que ver. Hay algunas cosas que es que parece que las haya hecho después de una borrachera. ¿Qué es esto de la conspiración de las altas esferas? ¿No ve que la situación es desesperada? ¡Los hombres perro han tendido muchas bajas en el frente?

-¿Cómo dice?

-Digo que es más importante lo de la estadística de los bancos financieros. ¿Me está escuchando, Pérez?

Hizo una pausa. Suspiró.

-Debería dormir más, Pérez, organizarse sus ideas. Si sigue así arruinará su carrera. No estoy tan alto por decir tonterías en los informes, ¿sabe?

-Comprendo, señor. Mañana a primera hora le enviaré las rectificaciones.

-No, Pérez, pasado mañana. Esta noche debería descansar. Le irá bien. Tiene pinta de no haber dormido en días.

Le dije que lo haría y salí de su despacho con los papeles. Estúpidos informes. Toda la noche para terminarlos y resulta que no le gustan al señorito. Pero la culpa fue mía. Me pilló el toro. Si los hubiera acabado antes, podría haber descansado de lo de la fiesta de los Gonzalez. Decidido. Los iba a rehacer y los iba a terminar en esa misma jornada, en la oficina. Le quité el ordenador a la sucia de Lola con una excusa tonta y me puse a redactar.

Se notaba mucha tensión alrededor. El peligro que nos acechaba podía ser enorme. No sabía yo cuánto de cierto había en todo eso, pero no podía preocuparme, tenía un informe que terminar. A la primera línea fui interrumpido. Sonaba insistentemente mi teléfono móvil, esperando a que alguien le hiciera caso. Casi podría decirse que el objeto también esperase el ataque. Como es un cacharro que deja de dar la lata cuando se le hace caso, lo cogí. Era mi Dani. No podía estar mucho tiempo sin hablar conmigo, el pobre. Fue comprensivo, me dejó pronto continuar con mi trabajo, aunque dijo que no bajase la guardia.

Al rato, se oyó un gran estruendo afuera. Algo muy grande había chocado contra otro algo. Probablemente un autobús. Nadie se inmutó. Tal vez ya estaban acostumbrados a este tipo de jaleo, dada nuestra situación. Pero yo no estaba acostumbrado, no comprendía por qué no me habían explicado esto antes; y más teniendo en cuenta que he venido todos los días a la oficina.

No hubo más ruidos. Yo seguí con mi trabajo. Pasado un rato, la puerta se abrió violentamente y empezaron a disparar. Algunos se metieron debajo de las mesas, pero otros siguieron escribiendo, a pesar de que las balas les estaban dando. ¿Estaban utilizando escudos? ¿Por qué nadie me había dicho que había escudos? ¿Por qué no me facilitaron alguno? Si llego a saber que esto iba a pasar…

Una de las chicas gata me apuntó y me dijo algo así como que por qué la miraba con esa expresión de terror. Se burlaba de mí. La adrenalina me iba a ser útil al fin y al cabo.

-¡¡No me cogeréis con vida!!

Agarré el ordenador. Caí en la cuenta de que dentro estaba el documento sin aún guardar, y que tendría que rehacerlo, pero la vida de uno es más importante: Se lo estampé en toda la cara, y cayó al suelo bañada en lo que supuse que era su característica sangre azul. Todas me apuntaron con terror. Supongo que me reconocieron, al fin y al cabo soy famoso en todo el mundo por mis hazañas, más aún que nuestros aliados a los que habían destruido la noche anterior según me había dicho mi jefe. Pero contra tantas no podía luchar, me lancé desesperado contra la ventana y caí al vacío entre cristales y balas. Suerte que estamos en un primer piso.

-No podrás escapar, conocemos tus debilidades.

La mujer me besó inesperadamente. ¡Me había cogido por sorpresa! Se notaba que conocía qué era lo que más detestaba en todo el mundo. Me arranqué a la babosa psicogata fácilmente, le quité la pistola y la acribillé a tiros.

Todos salieron de la oficina. Se ve que habían acabado pronto con la plaga de arriba. Todos me miraban como se mira a un héroe. Estaba orgulloso de mí mismo. Dormiría largo y tendido esa noche.

A la mañana siguiente, el jefe me dijo que estaba despedido.

FJ garcía, 2008.

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